En las noches de largo invierno.
Cuando las sombras se estiran hacia el Este,
como el lánguido humo del tabaco arrastrado por una
exhalación larga y profunda.
Cuando sólo se escucha el próximo eco de la marejada,
batir su pesada falda blanca, luchando contra las rocas,
frontera en la nada.
Cuando la marea revuelve las algas, como un rizado
pelo castaño que cae sobre un hermoso hombro
desnudo.
Cuando no hay más que oscuridad y ruido.
Un haz luz de barre la costa en la madrugada.
Es un corazón de luminoso latido,
cuyo pálpito sostiene en vida a navegantes en
descarrío.
Dejad pues a la diosa fortuna varada en la playa.
Que vuestra suerte está echada.
-Seguid,
no paréis de remar.-
Dijo el capitán.
De mi libro "Retazos de nostalgia" Aun por publicar.